Fernando Gracia Ortuño

Noticias, eventos y curiosidades en torno a la novela de Fernando Gracia Ortuño

lunes, 15 de abril de 2013

¿No hay esperanza en la novela?

Unas risotadas que se pierden entre los pasillos. De escucharlas en un callejón oscuro le quitarían el estreñimiento a cualquiera. 

Pero en ése lugar maldito son lo habitual. No dejes de leer "Un detective en la cocina", para saber más, por si las moscas, si al final hay esperanza, o bien si ganan los bellacos de siempre, los canallas del hampa, esa mugre moral que los cubre se te quedará pegada en la memoria para siempre, pero mientras lees olvidas tu realidad, y tal vez hasta te parezca más llevadera.


Fernando Gracia Ortuño

Copyright

martes, 9 de abril de 2013

La dedicatoria

Alguno que otro se preguntará pasmado por qué le dediqué la novela "Un detective en la cocina" a los jóvenes que están siendo forzados a emigrar fuera de las fronteras a raíz de esta crisis. No es por afán de notoriedad, es por justicia. El protagonista es joven, sin futuro ni perspectiva alguna de trabajo en décadas, acaba de encotrar uno, precario, eventual, de mierda, y sin embargo intuye que tendrá, tarde o temprano, que acometer la penosa e impensable Odisea del éxodo. Nadie sabe lo que es hasta que le toca. 

Para mí no hay peor cosa para un joven que tener que desenraizarse a la fuerza de sus orígenes, familia y amigos, a la fuerza y con condiciones impuestas por una economía financiera que estamos pagando los más débiles y los pobres, economía en manos de unos pocos, todos lo sabemos, o Pluto Economía, dentro de una constelación de medidas paliadoras pseudo democráticas, falaces, y donde son cada vez más constreñidoras las condiciones de vida para casi todos. O por lo menos lo serán en breve.

Como bien dice Pérez Reverte, la clase media desaparece. Esto es un hecho. Vivimos ya en una sociedad de integrados y excluídos, como apunta también el gran Saccomanno.

A los jóvenes, pues, les dedico esta novela, que son el futuro de este país, lo quieran o no, lo acepten o no las macroeconomías de mercado financiero o Plutocracias de unos pocos, que dirigen la vida y muerte de cientos de miles de millones.



Fernando Gracia Ortuño

Copyright




Realismo sórdido

No se puede decir que el realismo de la novela "Un detective en la cocina" sea un realismo sucio al modo de Carver: Para nada. Ni siquiera más sucio y menos elegante, pero más genial, según mi opinión, de Bukowsky, o Kennedy Toole. 

Se trata sobre todo de un nuevo realismo sucio, un Realismo, digamos, Sórdido, podrido. Sus manantiales beben de Freud directamente, lo confieso, y son tan dispares como únicos, pero jamás se podría tratar de una novela psicológica negra al estilo de Sábato, ni tampoco cual una pseudo crónica reportaje al estilo de Capote. Imposible. 

Aunque sus fuentes literarias picotean en surtideros tan variados como Daniel Mújica, Vian, Camús y/o sobre todo Welsh, o el mismísimo e inmenso Onetti, gran realista sórdido y podrido, aunque elegante, al que sólo le reprocho no haber cultivado el género negro -para matar a alguno de sus mezquinos y eternos personajes-, este realismo sórdido, como digo, por ser una corriente innovadora y actual, que se nutre de la multiplicidad de vertientes literarias fundadamente ancladas en la realidad, ésta realidad social histórica que estamos viviendo, y no haber sido descrita jamás antes, constituye por supuesto una novedad. Y nada de lo que antes se hubiera podido escribir se le asemeja. 

Primero porque no pudo existir jamás un período histórico semejante. Y segundo porque el nuevo y recién creado Realismo sórdido representa una época también muy particular y única, sociológicamente peculiar, en un momento histórico determinante de los factores psicológicos y sociales que podrían poner en peligro no sólo a la humanidad, sino al espíritu mismo. Que se perdería en la nada del cosmos merced a la innata necedad humana autoextinguidora y atómica.

Así pues, y volviendo al tema de Freud, este carácter anal de la especie, a fin de cuentas autodestructiva y mentecata en grado sumo y por esencia, que estipula que unos pocos determinen la ruina, la miseria, el hambre y la muerte de unos cuantos cientos de millones de seres, sería también el tema central de la novela. ¡Claro que tiene relación con la novela! Estamos hablando del mal, de la maldad innata de la especie, que no mata ni destruye sino por estupidez, indiferencia y placer, a sus semejantes. Sí, así es como los trata, y prueba de ello lo tenemos cada día en los telediarios. 

La necedad, el mal incrustado en contra del prójimo, a quien no sólo vilipendia y agrede, lastima y humilla de mil formas distintas, sino que, lo que es peor, si pudiera extinguiría, claro que sí, como nos lo ha demostrado una y otra vez la historia con miles y miles de ejemplos.

Así pues, lean la novela, realismo sucio, novela negra, "Un detective en la cocina". A lo mejor no es que seremos más sabios, pero nos conoceremos mejor, como diría también Freud.


Fernando Gracia Ortuño

Copyright

domingo, 7 de abril de 2013

La portada

Por mucho que se empeñara, nadie podría reproducir del mismo modo una imagen de lo ruinoso en medio de tanta cochambre. Tal cual parece, como el símbolo de la decadencia carbonizada por la mugre de siglos, es esa suciedad incrustada más deprimente, si cabe, que el mismo desastre en ruinas de una visión que se contempla con insana curiosidad no exenta de morbo. 

Este ambiente sobrecargado de sordidez, el de esta cocina destartalada por el incendio, sólo ha podido reproducirse por el objetivo de esta imagen compuesta y retocada que me cedió María Tortosa y su equipo para la novela. Ahora que han pasado unos meses desde entonces, me confirmo en la idea y me digo de nuevo que nunca una imagen podría mejor representar a esta novela.

Al principio pensé vanamente en poner otra, pero la imagen para la portada que me habían cedido refleja muy bien el interior del libro, esa decadencia le corresponde perfectamente, y lo carbonizado de un sistema arcaico, anquilosado y caduco, incapaz de adaptarse a los tiempos modernos en el país, también... Cansinamente anclado en un pasado ya totalmente sin sentido en la Europa moderna, la novela lo refleja sin piedad, de acuerdo, pero con mero y descriptivo realismo. Perdido y a la deriva este realismo reflejo de una realidad, inmerso en una tradición que ya no lo representa, la fotografía de esta composición podría muy bien reflejar toda una época, si se extrapolara a otros ámbitos de la sociedad.



Fernando Gracia Ortuño

Copyright