Fernando Gracia Ortuño

Noticias, eventos y curiosidades en torno a la novela de Fernando Gracia Ortuño

miércoles, 25 de septiembre de 2013

De recortes y locuras



Llevaba demasiado tiempo en tensión. El sistema de recortes "muerte lenta" le estaba crispando los nervios desde hace mucho tiempo ya, entre sus propios compañeros se había establecido una especie de competición por exclusión consistente en adivinar el fallo del prójimo para inmediatamente ventilarlo a los cuatro vientos, y sobre todo a los superiores, a fin de anotarse un punto en el expediente a costa de una víctima más, -¡pero qué más daba!, lo importante era sobrevivir, como en el Titánic, sálvese quién pueda y maricón el último-, y aquél insignificante hecho fue la gota que colmó en vaso: ¡Un grumo en la crema de calabaza!!! Un grumo en la puñetera crema lo dio todo al traste en el momento exacto en que comenzó a gritar de aquella manera inhumana, desaforada, que había un grumo en la crema, que habían cometido un atentado contra las normas básica de higiene alimentaria y que aquéllo no podía quedar así. Inmediatamente se formó un consejo de guerra, y vinieron todos los superiores en formación militar: ¡Preguntas, gritos, el ambiente se volvió de pronto enloquecedor, y los propios médicos, los cirujanos y los auxiliares, los enfermeros y los celadores detuvieron ipso facto su actividad. En la mente de todos un sólo pensamiento: Alguien o algunos, más bien, se habían vuelto locos de remate en las cocinas centrales. Enseguida unos auxiliares de psiquiatría, conjuntamente con personal de seguridad y unos celadores de gimnasio bajaron precipitadamente por las escaleras hasta los sótanos. Llevaban consigo, como no, una ristra de camisas de fuerza para casos de emergencia. Pero cuando llegaron al lugar de los gritos tan inhumanos y locos, la dietista "Barrilete" acometió contra ellos de la manera más furibunda. Parecía "el Toro de la Vega" enfurecido. ¡Y sus gritos, sus gritos, amigos míos, causaban un espanto tan enervante y agudo que calaba los huesos al que los oía,  haciendo que incluso a  más de un celador le diera por poner pies en polvorosa...

Fernando Gracia Ortuño
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lunes, 9 de septiembre de 2013

El marco histórico social de la novela

Si me preguntaran si la novela refleja el momento histórico actual, contestaria que está ambientada en la inmediata actualidad. Y si compararan esta actualidad con un transatlántico denominado Titánic, contestaría que también admite la comparación, porque refleja el "hundimiento" no sólo de una generación de jóvenes "perdidos" en el extranjero, sino de la clase media, que ha ido perdiendo sus derechos paulatina y drásticamente en tan sólo unos años. La juventud del protagonista en este caso se usa como pretexto para ahondar en otras cuestiones sociales, económicas y políticas.
 
De todo esto y mucho más también se habla en la novela, como telón de fondo de una situación que desde el primer momento se declara en tensión entre el personaje protagonista y su circunstancia.
 
Fernando Gracia Ortuño
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miércoles, 4 de septiembre de 2013

En los ensayos de escritura de la novela

Son pequeñas anécdotas que pertenecen al making off de la novela, pero una vez, recuerdo, estando almorzando casi todos los personajes, el protagonista llamó la atención a Víctor, uno de sus más férreos rivales en la escena de los ensayos de escritura, y le espetó que no comiera tan rápido. Que si seguía así al final se quedaría con el sobrenombre que todo el mundo le asignaba dentro de la novela.
 
Víctor se incomodó un poco, y le preguntó qué tenía que ver la velocidad con el tocino, a lo que todos estallaron de la risa. Pero él, lejos de amilanarse, porque todo el mundo pensó automáticamente en el mote de "zampabollos" que le asignaban en los talleres, le instó a continuar con su explicación, como a la expectativa de su ridículo. A lo que Curro repitió que si comía tan rápido, cada vez se pondría más gordo, pero el otro no lo entendía, así que se lo explicó:
 
-¿No ves que si sigues comiendo compulsivamente, tu estómago, antes de estar satisfecho no puede enviar la señal al cerebro y come y come sin parar hasta reventar, y es por eso que no asimila que ya no tiene hambre, pues no lo dejas reposar, ni le das tiempo?
 
Era la típica norma de nutrición que siempre dicen los dietistas. Pero el interesado no lo comprendía, pues al instante le rebatió mascullando, todavía con la comida en la boca y masticando compulsivamente:
 
-¿Pero, Curro, johé, peazo alcornoque, si no como ahora, cómo voy a quitarme el hambre, johé...!
 
En ese preciso momento todos estallaron nuevamente a reír como locos, y Curro, mientras tanto, se echaba las manos a la cabeza, sonriendo como un pillo algunas veces, y riendo otras a las claras, cuando Víctor no lo miraba.
 
 
Fernando Gracia Ortuño
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martes, 27 de agosto de 2013

La dignidad del héroe

Es un dilema el que la voz del narrador en las novelas negras tenga que ser la del que se va haciendo conocedor de la psique criminal. Como una especie de Cicerón por un viaje a los infiernos, nos relatará sus averiguaciones y sorpresas a lo largo de su aventura, topándose de pleno en más de una ocasión con el rostro de la maldad que deberá desentranñar del lado oculto para dejar el blasón en alto de la justicia.

El mal entonces se codeará de tú a tú con el lado bueno del espíritu humano, el de la justicia y el bien, pero no sin dejarle mellas en este encuentro trágico y definitivo.

Es el mito del héroe que ha de superar muchas pruebas que pondrán en peligro su vida a fin de encontrar su camino y salvar su vida del sinsentido de la existencia soportando la losa que le oprimiría de por vida si no lo hiciera.

Ha de ganar el amor, la estabilidad, llegar a su hogar con el deber cumplido.

Por eso frases del estilo de "Cuanto más noble y buena es un alma, tanto menos piensa mal de los demás", no van con él, porque esa es la tontería y la desidia del indiferente y acomodaticio, del burgués para el que todo está bien como está en el mundo, y no hace falta cambiar nada.

No, el héroe de novela negra, buscando hacer justicia, reivindicando el honor de su propia dignidad como ser humano maduro y consciente del lado criminal y salvaje del alma humana, luchará, mejorará, se dejará la piel por la vida del inocente que trata de rescatar de las garras de su presa, tal como tal vez las familias de cro magnones luchaban con las fieras con las más afiladas armas para rescatar a sus propios hijos de la muerte.

Por tanto, cuando consideremos al detective o al protagonista de la novela criminal, siempre y cuando se trate del héroe en primera persona, y no desde el punto de vista del criminal, que también hay novelas del género, pensemos que se trata de una especie de búsqueda, investigación y descubrimiento de algo que por lo general nadie realiza, sino él, y no lo juzguemos por su capacidad de conocimiento del mal. Conoce el mal como el criminalista conoce al objeto de su estudio científico: el delincuente, el criminal.

Pero no es como él, lo combate nada más, para salir victorioso en la lucha por la dignidad del ser humano.

Fernando Gracia Ortuño
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domingo, 18 de agosto de 2013

El muro infranqueable

Según Errico Malatesta el hombre es el producto de la sociedad y la sociedad a su vez el producto de la acción del hombre. Entonces en la novela "Un detective en la cocina" los personajes serian a la vez fruto de esta "cocina", y el ambiente de la misma la consecuencia de la acción de aquéllos. Como un funesto pez que se mordiera la cola, este círculo vicioso seria entonces el origen de la tragedia y el mal al mismo tiempo. Sin embargo algo me dice que lo que los personajes llevan dentro de serie lo volverían a reproducir en cualquier otro ambiente. Es por eso tal vez que los patrones universales de la novela negra y de los personajes traspasan siempre el canon circunstancial y se adaptan a cualquier lugar. Tiempo y circunstancia permiten que los hombres siempre interactúen con su medio, transformándolo y dejándose a su vez transformar. En la novela negra el muro que representa lo irracional es siempre más macizo e infranqueable.

Fernando Gracia Ortuño
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La originalidad en la creación

Lo bueno que tienen las películas de mala calidad es que se convierten automáticamente en parodias del género que pretenden seguir, o incluso de la película concreta que emulan con escaso éxito.

Hace poco vi una de las miles de películas sobre exorcismo y aunque pretendía seguir y plagiar al pie de la letra la primera de la larga lista de películas sobre posesiones demoníacas, lo único que consiguió es que me estuviera riendo durante las dos largas horas sobre el inútil intento de plagiamiento descarado de "El exorcismo". Lo malo de ser un plagiador es el ridículo, lo bueno, pues, la risa.

Cuando la risa en una novela nos asalta por esta serie de cosas resulta bien patético, porque como ya sabemos, segundas partes nunca fueron buenas, y más si son de otros autores.

Por eso, como siempre digo y aconsejo, mejor escribir, como decía Cervantes, sobre lo que conoces bien. Bueno, creo que lo dijo Cervantes... No se puede escribir sobre lo que te ha gustado mucho, de otro.

Escribe sobre lo que sabes y conoces bien, lo que ha hecho que durante meses o años hayas estado acumulando conocimientos de toda índole.

"Un detective en la cocina" es un ejemplo de lo que yo he vivido en primera persona, y aunque la voz que narra en este caso no es la mía, mucho de lo que allí se narra sí que tiene sólida base real.

Cuando te ríes leyendo esta novela, me dice un amigo, no es por la burda copia malograda de otra novela, sino por la genuina descripción de una realidad, percibida por un punto de vista objetivo e imparcial, pero también bien planificada y estructurada sobre unas vivencias inequívocas.


Fernando Gracia Ortuño

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jueves, 25 de julio de 2013

Pasado y presente en la novela

Os imaginais un  facebook con censura, un Blogger con cortapisas y un control de vuestras vidas que os impidiera crear, opinar y  os forzará a vivir con patrones de hace más de cuarenta años?  Yo no. Ni el protagonista de mi novela tampoco. Por eso tal vez chocó con los personajes que  encarnaban otro mundo en este, en una paradoja y contrasentido actuales e históricos al mismo tiempo. Hasta que se supera el pasado muchas veces ocurren cosas como las de esta novela.  Porque ese pasado, esa mentalidad  y esa censura amenazantes siguen en el mismo sitio, solapados y latentes todavía,  esperando la ocasión de volver a reafirmarse y sin haber sido superados como erróneamente suponemos. 

Fernando Gracia  Ortuño
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miércoles, 24 de julio de 2013

Una novela negra

Hoy os quisiera recomendar una novela negra excelente, de Charles Williams, titulada "Marcada por la sospecha".

Charles Williams no es tan conocido como Chandler, Hammett, o Ross Mac Donald. Pero en esta novela, donde la violencia está encarnada en un pueblo de mala muerte de la Norteamérica rural, negra y profunda, está a su misma altura, si no más inclusive, porque nos retrata de manera carismática y con una lucidez que sólo se da por desgracia en los grandes artistas, la sordidez de los ambientes viciados en su propio caldo de odios y rencores irreconciliables de siglos, amazacotados justamente en el momento en que el protagonista, el ex policía Chatham, se ve obligado a permanecer varios días debido a un pequeños accidente con el coche.

Chatam, enseguida conocerá a la dueña del motel en el que debe alojarse hasta que le reparen el coche, a quien justamente la mayoría de lugareños, viles y chafarderos, ruines y miserables como ellos solos, calumnian constantemente desde la muerte de su marido, años atrás. como si ella estuviera detrás....


En fin, siempre el héroe rescatando a la princesa, desechando de paso la purria en derredor, totalmente ajena a la palabra justicia o siquiera honestidad... Porque así es como prodríamos definir una vez más la novela negra en general, el bien, siempre escaso, demasiado aislado, y el mal, siempre general y vulgar, demasiado vulgar...



Fernando Gracia Ortuño

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Los quijotes

¿Sabéis esas cosas que se piensan de niño, cuando se mira por unos prismáticos y se cree poder escuchar lo que dice la gente que está tan lejos en realidad, pero que nosotros vemos en esos momentos tan cerca?

Pues así es el idealista y el quijotesco, él cree que le escuchan, porque le gustaría que las cosas fueran diferentes, le duelen  más que a cualquiera, tal vez porque todavía conserva partes de ése niño que mira con prismáticos el mundo, lo ve más cerca y se imagina lo que no es, puesto que en realidad el tiempo que se tarda en llegar a aquéllas voces muchas veces es inmenso e infinito como lo absurdo, un tiempo que será al final el que dictamine los cambios que aquél había pronosticado, cuando todo eran voces imaginarias en la lejanía, sordera.

Si no fuera por los quijotes y los idealistas todavía el hombre estaría en los árboles de la savana africana. Pero cuando aparecen, como en el Quijote, la mayoría de esas voces en la lejanía, echando por tierra su sentido, acaba de empezar una profecía que se cumplirá, y así es desde que el hombre es hombre. Y seguirá siendo mientras ponga las cosas en su sitio la evolución y el progreso después.



Fernando Gracia Ortuño

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domingo, 21 de julio de 2013

El mundo está cambiando

El escenario de "Un detective en la Cocina" podría ser cualquier otro, los personajes cogidos al azar de una panadería, un súper, un bufete de abogados, un bar, un restaurante o una peluquería, porque, si nos paramos a pensar, en una panadería nos intentarían estafar igualmente con pan de aire, muy abultado y crujiente, pero sin substancia ni peso, o si es de calidad el triple de caro, salvo en los paquistanís, que se han dado cuenta, y ahora están aprovechando el tirón para vender pan verdadero, en contra de lo que están haciendo las panaderías, que venden algo parecido a la goma espuma vaporosa e insubstancial. En una peluquería nos raparían por un ojo de la cara, mientra una maquinilla de rapar vale menos de quince euros y tienes para varios años, pero como los chinos se han dado cuenta, ellos lo cortan por la cuarta parte del precio oficial, pero ¿quién tiene hoy en día para pagar el precio oficial de 40 o 50 euros por arreglarse las mechas en una peluquería oficial?

En un restaurante, lo que se conoce por engordar la factura era algo habitual, y mucho, como el vino, el café, los chinos, en cambio, más espabilados, y mirando a largo plazo, no tienen costumbres de engorde de factura, ofrecen precios económicos de menús baratos, y triunfan, se están adueñando del mercado. No intentan robar, como en muchos sitios, engordando facturas ni imaginando precios que no están a la vista, excepción hecha de los locales cerca de la playa, que han uniformado tendencia al latrocinio con exuberantes facturas de cara al turismo extranjero. Esto también sucede en los restaurantes filipinos y libaneses que en barrios más alejados son  baratos, pero si vas al paseo marítimo te sablean hasta los tuétanos.

Pero en general, aparte de estas contingencias oportunistas, el latrocinio y el sableaje es más nacional, reconozcámoslo, si queremos reconquistar nuestro comercio, nuestra economía y turismo ya en manos del extranjero. No sablean tanto, por eso cada vez tiene más éxito, y los restaurantes extranjeros con la misma calidad que los españoles, pero a mitad de precio, acaban triunfando: ¿Por qué será?

En los supermercados, ¿por qué sólo triunfa uno por goleada, o a lo sumo dos aquí, mientras los demás están condenados a la desaparición darwiniana? ¿Y por qué los súpers paquistaníes cada vez son más abundantes, mientras que el pequeño comercio local ha ido desapareciendo? Sencillo: La calidad y el precio han encumbrado a dos, el Dia y el Mercadona, los demás súpers tienen los días contados, y para el comercio alimentario de barrio o proximidad tenemos los paquis y los chinos, que nos han arrebatado, con pan de calidad, infinitamente más bueno que el de las panaderías típicas, y los mismos productos que en el súper, pero a tiro de piedra de casa, el mercado de los antiguos ultramarinos.

Ahora los ultramarinos son súpers de paquistaníes y chinos, indios y filipinos. Las peluquerías cada vez están más en manos de los chinos. Las tiendas de ropa, los todo a cien, todo en manos de los chinos, porque nosotros vendíamos eso mismo, todos esos productos a precios exorbitantes, y ellos en cambio los venden bien de precio, y la gente está con el agua al cuello, y no es tonta.

Cuando alguien nota que al comprar pan le han sisado, y encima le venden un pan de goma ultraligero como los aviones, no se lo piensa dos veces, se cambia al paqui de la esquina, a comprar un pan de mucha más calidad, y mucho más barato...

Claro, por eso digo, los personajes de la novela, podrían circunscribirse a muchos de estos ámbitios de la economía de comercio, en vías de desaparición, porque también ellos pertenecen a un mundo en vías de extinción, la gran cocina donde pululaban Fran, Sánchez, Curro, el Sonámbulo y demás, se viene abajo, pronto vendrán otras, de la mano de grandes empresas, que se llevarán por delante el mundo antiguo, de costumbres oxidadas y acomodaticias, típicamente locales, que ya pronto desaparecerán para dejar paso a un mundo nuevo en manos de otros que vendrán y se harán con el país, convirtiendo tal vez a los lugareños en sus propia mano de obra barata como ocurre en los países del tercer mundo...

Quién sabe... son sólo pensamientos, asociados a la novela.


Fernando Gracia Ortuño

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miércoles, 19 de junio de 2013

Enzarzados por la ficción

Una de las cosas peores -y por desgracia necesarias- en esto de los rodajes en los platós de escritura, es, por supuesto, la de la verosimilitud. Robert de Niro sabe mucho de esto. Hay que creerse al personaje. Lo malo viene cuando el personaje se lo cree tanto que no es capaz de distinguir realidad y ficción. 
Esto, cuyo ejemplo voy a narrar brevemente, es lo que nos pasó aquella madrugada a los personajes y a mí justo antes de ponernos a trabajar, mientras tomábamos el primer café. El protagonista se creía tanto su personaje que no se podía salir de él ni durante el desayuno. Le estaba azuzando al malo de la peli que hiciera su papel con mayor convicción, todo y que yo estaba viendo que lo hacía muy bien, según el guión. Pero Curro se empeñaba en lo contrario, y de ahí la pequeña discusión, cuando ya se acababa la novela:

-¡No, Sánchez, ¿no podrías hacerlo con más convicción? ¡Tienes que ser más convincente en las escenas finales! ¡Ningún malo de película reaccionaría así!

-¡Cómo que no! -intervine yo por alusión-. ¡Si lo está haciendo muy bien!

-¡Qué va! ¡Tendría que gritar más, como un...!

-¿Tronado? -intervino Sánchez. Y por un momento sus ojos brillaron burlonamente, con la misma perversidad con que lo había dotado en el personaje, justamente a él.

Por un momento, mientras se enzarban en esa ocurrente dísputa, llegué a pensar que realidad y ficción se sobreponían, porque se peleaban de un modo muy parecido al de la novela. 

Pero aquello, claro está, no tenía nada que ver. Era otra historia, sin argumento. Lo mismo que pensaba Sánchez de Curro, lo pensaba el otro de él, porque los dos, en cierto modo se creían el papel, y se lo tomaban muy en serio, si bien ninguno, fuera de los platós, estaba más tronado que el otro, como se habían insinuado mutuamente. O tal vez sí, porque a fin de cuentas los personajes, una vez fuera de la mente del su creador, adquieren esa autonomía clásica que los vuelve característicos...


Fernando Gracia Ortuño

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jueves, 13 de junio de 2013

El porqué del término "analfabestia"

Como aquél día de escritura con el protagonista estaba el ambiente muy caldeado, nos fuimos a tomar unas cañas a la taberna del "Mendrugo", un simpatizante que muchas veces se pasaba por los talleres y ensayos, justo cuando íbamos a escribir algún párrafo de la novela, y soltaba alguna tontería, que él llamaba parida.

-Curro una de las cosas que me preocupan de la novela, su resultado final, es que siempre estés utilizando la jerga laboral del populacho, esta manera de expresarte tan barriobajera y...

-¿Y?

-¡Bueno, yo qué sé, oye...! ¡No me gusta, no suena bien, es ofensiva, jolines...!

-Pero sin embargo, analfabestia, por ejemplo, está en el lenguaje más popular en todo el territorio nacional. Es una manera de ser, una filosofía muy típica.

-Desde luego es una forma de ridiculizar. Si cualquiera se sintiera aludido por su formación... No sé, intenta usar otras palabras, unas formas de expresión más acordes con las novelas que se publican hoy en día.


-¿Estas novelas tan sosainas que se leen de refilón y que no tienen enjundia, como las de Vernon y demás, para entretener nada más, sin substancia ni fundamento, como diría Arguiñano? ¡Que lees una y las has leído todas en cien generaciones de escritores entre comillas!

-¡Bueno, bueno, bueno... Esto ya es el colmo!

-Pues si quieres que te diga una cosa, no voy a renunciar a mi vocabulario... Es la forma que tengo de expresarme, la de la calle. ¡Tú eres el que te las tienes que ingeniar para hacer de mi jerga un lenguaje artístico, con sentido y profundidad!

-¡Pero que representa para tí esa puñetera palabra!

-Bueno, "analfabestia" es una filosofía, una forma o estilo de vida. Representa la unificación en un sólo término del concepto de la bestia bruta y cateta por un lado, y la ignorancia más retrasada que puedas imaginar. Es algo lingüístico, filosófico y cultural, no sabría cómo definirlo. Los hombres de las cavernas eran unos bestias,  está claro, pero en la época actual, los analfabestias representan a todo un sector social todavía inverosímil, una capciosidad existencial, un contrasentido, un ir para adelante con el culo vuelto al revés, estando atrás y caminando al revés, o con las manos... no sé... Un "analfabestia" es una bestia en el mundo moderno de seres racionales y circunspectos que lo delatan a las claras, pero dentro de ese mundo este ser dotado o tocado por la gracia del pasado primitivo, se hace el sueco, y parece normal y corriente, como un individuo más de una sociedad heterogénea que no distingue definiciones que no quiere ver, o no puede... Es complicado, Fer, de explicar toda la filosofía y la cultura, la sopesada carga de conocimientos y el bagaje cultural adquirido de los analfabestias. Ahora te ríes, pero los analfabestias a ti te dan cien mil vueltas en cuestión de picardías y tretas, de juego sucio y demoníaco maquiavelismo... Y eso, quieras que no, también es cultura...

Llegados a éste punto, no aguanté más sus impertinencias, y aduciendo que tenía trabajo, me fui del bar del Mendrugo. Muy enojado y confuso, eso sí, con el protagonista de mi novela.


Fernando Gracia Ortuño

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miércoles, 12 de junio de 2013

La discusión

Un día, ya harto de sus sobreactuaciones, le espeté al protagonista, justo antes de los ensayos:

-¡Pero bueno, chaval, ya vale de meterte con este país! ¡Es un país como otro cualquiera...!

-¿De meterme con este país? ¿Un país como otro cualquiera?

-Sí, lo siento, no eres para nada un buen español...

-¿Un buen español? -dejó ir a modo de toda respuesta.

A los pocos días, como el mal rollo con los demás personajes iba en aumento, y auguraba lo peor, le dije, de buenas maneras, como el que tiene que lidiar con un niño rebelde y díscolo a más no poder.

-Sí, Curro, no me digas que no te has estado pasando con tus compañeros, y de paso con todo el país... Entre tú y el Fran lo habéis puesto a parir...

-¿Puesto a parir? -adujo en tono sarcástico...

La verdad, no había manera de tratar con él el asunto. Pero un día vino al plató de ensayo de escritura con un par de bolsas de basura apestosas, y las despanzurró allí en medio, con total desfachatez. Le pregunté enfurecido a qué venía aquello. El me dijo entonces que eso contestaba todas mis preguntas, y que si tenía dos dedos de frente, que pensara: ¿Era eso basura? ¿Hedía? ¿No estábamos en un plató asqueroso? Pues que coligiera, que fuera coligiendo y que no preguntara tanto... Que donde había basura, la gente decía éste es un lugar tal y cual y pascual... Entonces, al cabo de pocos días, vinieron los días de la tormenta en la novela, de los encarnizamientos y los gritos, y los insultos, y las luchas y las derrotas, como prolífico e inopinado fruto de la imaginación y el numen.


Fernando Gracia Ortuño

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miércoles, 29 de mayo de 2013

El frío se ha instalado aquí

Aquella mañana de verano hacía un frío que pelaba. Por lo menos estábamos a cinco o seis grados, como poco, bajo cero. Todo iba y estaba al revés a como lo hacía años atrás, no sólo la economía de mercado se había convertido en economía de subsistencia y rebuscamiento basurero, sino que todo, absolutamente, se estaba transformando a un ritmo frenético a nuestro alrededor. 
Como se suele decir, todo estaba manga por hombro en un batiburrillo social y económico difícil de explicar incluso por los propios especialistas doctorados en ciencias de la economía y política. Aunqeu se llegaran a vislumbrar las cosas, muchas veces no se quería ver, ni mucho menos había ganas de cambiarlas.
Donde antes había una colección de contáiners difíciles de asimilar por la memoria o la consciencia humana, en hileras de cientos de metros, para los distintos tipos de reciclados y desperdicios, ahora había colas de necesitados rebuscando y revolviéndolo todo. Donde antes había inmigración, ahora había cada vez más emigración. Donde antes había dispersión familiar, ahora había concentranción en pisos cada vez más congestionados de gente. Donde antes había había turismo, economía de comercio y buen tiempo, ahora había desierto y cada vez más paro. 
Donde antes había lugareños haciendo vacaciones, ahora eran los extranjeros del norte rico los que venían a hacer sus vacaciones por una ganga de dinero. Y donde antes había una sociedad más o menos estratificada en clases, ahora todo eso se había convertido en dos únicas clases: la de los insertados y más o menos pobres, y la de los del todo pobres y cada vez más desprovistos de derechos y de todo, los excluídos del sistema porque la clase media había desaparecido y sólo había ricos y con medios, y sin medio alguno. Donde antes había un país con cierta peculiar identidad en Europa, ahora había una Europa de ricos y pobres que nos miraba con conmiseración  como a indigentes vecinos con complejo de Diógenes. 

Donde antes había una cierta y "típica" justicia, ahora había clubes del chiste por televisión. Y, en fin, seguiría, pero hace tanto frío, este frío polar que se ha instalado en la península, que se me agarrotan los dedos.


Fernando Gracia Ortuño

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lunes, 27 de mayo de 2013

Lo que faltaba para el duro

A veces en los platós de escritura, en los entreactos de los capítulos, había algún descanso. Curro, el protagonista, se ponía a largar de su vida. Y yo me quedaba ipso facto de pasta de boniato, lo juro. ¡Quería que escribiera un libro sobre su vida! En esos momentos, no comprendía nada, y me parecía que me volvía loco por momentos.

¡Que un personaje de mi novela me viniera en confidencias, y me propusiera escribir su vida...! Era absurdo. ¿Pero de dónde demonios había salido?

Yo tenía entendido que los personajes nacen de la mente del autor, que los perfila y los diseña según los requerimientos de la novela, y los encaja en el patrón de cada carácter definido en función de la trama.

¡Pero ahora resultaba que el mismo personaje creado por mí, venía a solicitarme, no qué digo, a imponerme que narrara su historia! 

¿Dónde diantres me estaba metiendo? ¿Qué estaba pasando allí en los platós, que hasta los personajes me ninguneaban de aquella manera? Desde luego era el mundo al revés. Peor que una película de "La loca academia de escritura", de los hermanos Marx...


Fernando Gracia Ortuño

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lunes, 20 de mayo de 2013

La paella

Un día, en los platós de escritura, nos quedamos sin luz. Curro me propuso hacer una paella para todos, y se puso a buscar unos troncos y unas ramitas para la barbacoa del jardín. Era increíble que supiera hacer de todo, me dije, a su edad. Yo creía que sólo sabía trabajar de personaje. ¡Qué lejos estaba de la verdad! Curro era un auténtico pozo de sopresas. Había trabajado en los más diversos oficios, y con veinte años hacía unas paellas que ni los mejores gourmets se atreverían a igualar, pese a sus titulaciones, premios, estrellas michelines y concursos gastronómicos.

Mientras la saboreaba trataba de quitarle méritos sin querer, porque yo mismo era cocinero, y no acababa de dar crédito a lo que mis papilas gustativas me estaban señalando inequívocamente. Con aire suspicaz y pensativo, comía de aquella maravilla degustatoria junto a los demás personajes, pero al mismo tiempo trataba de recapacitar en el modus operandi, los trucos que había utilizado, los ingredientes, el fumet y demás factores culinarios que veía se me escapaban, a fin de poder explicarme su producto final, esa paella tan exquisita y divina que me estaba embuchando entre pecho y espalda como un auténtico glotón incontenido y desatado...

Cuando se me acercó, en la oscuridad del salón comedor con su plato en la mano, le pregunté disimuladamente si había utilizado algún truco especial, alguna treta desconocida para la realización de aquella paella, porque, sinceramente, confesé, no le veía ningún menoscabo ni tara en su realización, y hasta sabía bien, le confirmé. Pero él sólo se limitó a impacientarse. Quería rodar, ser escrito. Porque estábamos allí para escribir esta historia truculenta e infame, apuntó. Sí, una historia maldita, le dije yo. "Pero ¿por qué no me dices el truco de tu paella?", le pregunté en un último intento, antes de que volviera la luz, y aquél momento se perdiera para siempre.

Curro me dijo que si no me creía la paella, que no esperara que él tampoco me creyera a mí. La curiosidad me corroía, la incredulidad. Pero mis propios sentidos, la vista que tenía la paella, su aroma, su aspecto general en aquella paellera original, su sabor tan sublime me impulsaron a sincerarme por fin. A regañadientes y con desgana le confesé que estaba bastante bien, y que por eso quería saberlo, para después hacérmela yo en casa. O para presumir de buen cocinero delante de los amigos, o en el trabajo. Porque él tenía un don, y no se lo quería confesar, pero tampoco desmerecerlo como para no decirle lo buena que estaba.

Al fin, le confesé que estaba muy buena su paella, para que me dijera el secreto, y que todos la estaban alabando para sus adentros, sin elogios fehacientes, pero no dejando ni un granito de arroz en sus platos. Pero Curro no quiso decírmelo aquél día, porque estaba muy metido en su personaje, y no quería saber nada de cocina, ni recetas en ése momento. Puesto que si había hecho la paella, dijo, sólo era porque se había ido la luz, y en algo había que gastar el tiempo del rodaje de la escritura.

"Otro día no me perderé ni un detalle desde el principio", le aseveré muy enfadado conmigo mismo por no haberlo visto todo desde que empezó la elaboración de aquella paella tan legendaria, de la que no me quiso decir los secretos. Pues nunca en mi vida me imaginé que un personaje pudiera hacer también paellas, por muy poco verosímil que pueda parecer al lector...


Fernando Gracia Ortuño

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sábado, 18 de mayo de 2013

Haciendo tiempo

Una madrugada, recuerdo, estábamos esperando a doña Inspiración, y el protagonista se acercó y se puso a contarme que tenía que volver a visitar a su médico, y que si no lo ponía a trabajar se iba ya mismo. Yo le conté, para hacer un poco de tiempo y entretenerlo, que la última vez que fui al doctor, había en la salita un hombre que tenía las orejas llenas de pelos. Era impresionante y no sabía si Curro se hubiera podido hacer a la idea con todos los detalles que le estaba dando.

Era muy llamativo, como digo y le dije, demasiado. Sus dos orejas parecían una mata de sendos pinceles de cerdas entrecanos que sobresalieran de aquellos agujeros como pequeñas colas de caballo extraordinarias, y que cada vez que volvía la cabeza disimuladamente para mirar me quedaba muy atónito. La television entretanto iba mostrando los distintos casos de realities shows sobre desgracias humanas que aquellas personas se tomaban con un estoicismo impresionante, en lugar de gritar como posesos y mandar a los periodistas curiosos a freír espárragos. 

El me dijo que donde hubiera una tele ya tenían a la gente hipnotizada y sedada por un tiempo de la cruda realidad. Entonces le pregunté por qué tenía que ir al médico, y me contestó que por unos uñeros que le habían salido en las uñas de los pies. Entonces le conté que las uñas siguen creciendo incluso después de la vida, y lo hacen de una manera muy productiva, por lo visto, como los pelos de las orejas de aquél buen señor en la salita de espera aquél día. Que durante meses podían llegar a crecer casi un palmo, sin darnos cuenta.

Curro me dijo algo que me dejó muy pensativo hasta hoy: "Lo mejor es no arrancarlos, porque luego crecen demasiado, como los pelos de las cejas, de las narices o las orejas". Como muchas cosas, pensé yo para mí. En ese momento vi cómo un desahuciado hipotecado por la televisioncita trataba de meterle el micrófono al periodista por una de sus orejas. Todo coincide, sentencié. Y Curro se puso a trabajar justo en ése momento, después de contarle lo alucinante que llegan a ser los realities shows de hoy en día. Cosas totalmente demenciales que se ven como normales.



Fernando Gracia Ortuño

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jueves, 16 de mayo de 2013

El tema de la necedad incrustada

"Tienen algo los budistas que no me acaba de encajar del todo", me dijo un día el protagonista de la novela, justo antes de escribir las páginas finales. Curro afirmó ése día que los budistas estipulan aquello de que no hay que descender al nivel de los necios, que por muchas trastadas y más cosas que nos hagan, habría que ignorarlo todo, y sus palabras y hechos no nos deberían influír. 
Por eso hay que dejarles hacer y campar a sus anchas, incluso cuando ya rayan en la desfachatez más acojonante, como si fueran los amos, los jerifaltes del reino, justo lo contrario del papel que yo le asignaba en la novela por su forma de ser. Un quijotesco, en efecto, a la que viera las idioteces tan abismalmente absurdas, se sulfuraria, y actuaría impulsivamente. Pero un Buda meditaría, y sonriendo tendría compasión para acabar recogiendo los platos rotos. 
Algo así como la doctrina cristina de la otra mejilla, que Bud Spencer en "Le llamaban Trinidad" interpretó a su manera de manera formidable. Mira, haz lo que quieras, le contesté yo, actúa como te salga, a fin de cuentas fui yo el que te elegí, y el propósito de la novela incluye la resolución del conflicto según tú eres, y nadie más... Se quedó al parecer bastante satisfecho. Y el resultado es esta novela.

Fernando Gracia Ortuño

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sábado, 11 de mayo de 2013

Tendencias culturales

Primero, después de siglos de férreo oscurantismo medieval, tuvimos el denominado Landismo, plataforma de salvación en el proceloso mar de las tentaciones, pero que de momento nos abrió las fronteras a Europa y nos hizo un poco humanos, por lo menos con pies y manos, como los demás blanquitos europeos que venían de Suecia, Italia y Noruega a nuestras costas en busca del anhelado sol. 
 
Fue la casual forma en que nos abrimos al mundo, sí, y con su consecuente destape, -puesto que en Europa las gentes eran más naturales, vivian más alegres, y se reproducían sin tanto mojigaterismo, haciendo uso de su libertad-, el de las gentes que comenzaron a conocer de súbito partes de la anatomía humana antes firmemente desconocidas y ocultas, altamente censuradas por la Inquisición y demás formas de cultura religiosa castrativa, llegó la reproducción, asistida o no, avalada por la anhelada Europa, y el país comenzó a reproducirse poco a poco, la población creció, a expensas de la venta de profilácticos en las farmacias, y todavía, no sin cierto recelo, Europa nos comenzó a mirar con buenos ojos, sin  abogar todavía por los recortes de hoy en día, de cataplines y demás, y el despilfarro y los guateques, las orgías y las antiguas "degeneraciones libidinescas" comenzaron  a campar a sus anchas a costa de la represión inquisitorial y religiosa respaldada por el poder político anterior, denominado, curiosamente, Franquismo... ¿Otra corriente cultural?
 
Después de tanto desgaste hormanal de las sanas poblaciones de las distintas comunidades autónomas, -en que por cierto se había dividido "El Imperio" con la transición sexodemocrática-, llegó un nuevo fenómeno cultural al país, denominado Torrentismo, que gracias a su personaje principal, Torrente, ahondaba en los aspectos aperturistas de la cultura universal, y se instaló de tal modo que profundizó en expresiones y tópicos de las formas del lenguaje de los personajes, sus maneras de ser y actuar, sus jergas y modus vivendis, y finalmente sus típicos  anhelos de vida enmarcados dentro de las energías libidinescas y los impulsos primordiales de la especie no censurados ya por el poder político castracionista.

En los tiempos actuales se ha dado a conocer una nueva tendencia cultural y una corriente literaria denominada Currismo. Basado en las formas y estilos de expresión del personaje principal y de sus contrincantes en la novela "Un detective en la cocina", el Currismo representa un nuevo avance cultural aperturista al mundo en el país de los recortes y la supeditación a los dictámenes europeos. 

A pesar de que Europa nos reprocha muchas veces nuestros patéticos protocolos y formas tipical hispanish a la hora de relacionarnos con ellos en el Parlamento Europeo, que muchas veces les hacen reír a carcajada limpia por la ingenuidad de las proposicones y la forma en que son expuestas, -sumisamente y con evidentísimo complejo de Estocolmo, no de Bruselas-, son expresiones de la cultura que ellos comprenden que nos pertenecen y que forman parte de nuestro substrato cultural inmemorial. Y aunque a veces insinúen que está amodorrando la cultura de los libros, que ellos conocen a pesar de sus "buenas" intenciones recortistas, el Currismo, las formas culturales y enciclopédicas actuales de las formas del lenguaje que encierra esta jerga y tendencia generacional innovadora e inequívocamente española, se está abriendo paso en el mundo y en el horizonte europeo con expresiones como: "¡Eppaña va biennn! Ettamo en er buenn camino, con casi siete millones de parado y en aumento, sí señó...!" Palabras que seguramente pronunciaría uno de los personajes de esta novela generacional enmarcada en el Currismo.


 
 
Fernando Gracia Ortuño

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El sueño del protagonista

Recuerdo un día, cuando estábamos escribiendo las escenas finales, Curro, el protagonista, me contó que no le resultaría difícil interpretarlas, porque ya las había vivido, y que lo mejor es la experiencia de primera mano. 

Me dijo que con tanto marasmo existencial y económico, hubo un tiempo en que había trabajado de estatua en las Ramblas. La gente le tiraba monedas, y a veces lo confundían con el escultor que las esculpe, aseguró, por eso le pegan y se ríen, se escapan corriendo despuès de tirarle de las orejas, y le quitan la peluca con tal de ridiculizarlas. Me contó un sueño que había tenido, en que creyó una vez que lo habían dejado en coma, al hilo del final de la novela. Estuvo perdido entre tinieblas, soñando y deliberando mientras escenas inconexas, en una gran sala administrativa iban haciendo desfilar las personas que estaban allí, a la espera de su número. La cosa podía tardar milenios en cuestión de segundos. Todo muy extraño, pensé. 

Dijo que cuando llegaba su turno, las personas se levantaban de los asientos con sus tickets y se dirigían al mostrador, donde un señor les preguntaba "¿Y tú qué has hecho?". 

 El interpelado contestaba generalmente: "Yo hacía de controlador de normativas legales absurdas". O bien: "Yo ponía carteles anunciando qué era lo mejor en el desierto de cables". "Yo fantaseaba sobre el destino de millones, y cogía una calculadora y sacaba la raíz cuadrada de una sola cifra para entretenerme en la oficina". "Yo me inventé la constitución burocrática farragosa". "A mí me caían bien los beneficios anuales y los porcentajes y las comisiones bajo cuerda". "Yo martiricé a todo lo que pillé con disgustos, uno detrás de otro, porque yo era más listo". "Yo les hacía la vida imposible a mis súbditos". "Yo me dediqué a la recolección de algarrobas en los sotos, porque es la mejor profesión que hay". "Yo era sencillamente el mejor de todos". "Yo ahora veo que todo es vano". Uno se levantó, decía Curro, y se fue llorando, mientras farfullaba: "¡Lo di todo por la perfección programativa de las cosas que se tienen que hacer y el modo cómo se hacen, que sólo yo poseía, el paradigma perfectivo del siglo XXI, pero nadie lo quiso reconocer, ni tampoco ahora, estando muerto!". 

Curro se echó a reír, y le dije que era tiempo de escribir y que se dejara de pretextos para no actuar. Estaba aquí para trabajar.


Fernando Gracia Ortuño

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domingo, 5 de mayo de 2013

Expresiones de los personajes

Seguro que ésta será una de las novelas negras cuyos personajes mayor número de tacos, insultos, monstruosidades e improperios de todo tipo se sueltan los unos a los otros por centímetro cuadrado de página. Si tengo que decir la principal razón de este hecho, argumentaría que en el lenguaje de la jerga laboral cotidiana y por la calle, la gente de hoy en día en este país habla así. Más claro que el agua. ¿Por qué los personajes no podrían hablar del mismo modo para dar mayor realismo o ilusión de realidad a la novela? Estamos ante un realismo crítico, social. Justamente el lenguaje que usan les viene al pelo para el propósito de la novela, el de reflejar un ambiente determinado lo más fidedignamente posible.
 
Luego está un reto que me puse hace unos años, cuando una amiga mía, al leer unos de mis relatos se  escandalizó tanto al leer un taco en el libro, que me dio a entender que era impublicable hoy por hoy. Así que me decidí a escribir una novela en la que los personajes hablaran en lenguaje coloquial de la calle. Al modo de las novelas negras de antes, como las de Horace McCoy, James M Cain, o el mismísimo y genial Chester Hymes. Ellos en su tiempo lo usaron, ¿y por qué no habría de hacerlo yo, por mucho que se escandalizara una amiga mía, lectora por cierto omnívora? 
 
Una novela tiene muchas cosas aparte de la jerga de los personajes, empezando desde el protagonista en primera persona, que confiesa al poco tiempo que él se siente inspirado a hablar como en el ambiente laboral que desde hace poco frecuenta.

 
 
Fernando Gracia Ortuño

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sábado, 4 de mayo de 2013

¿Novela negra o detectivesca?

¿Por qué ésta es una novela negra? ¿Reúne todos los ingredientes del subgénero nacido de otro, de la novela detectivesca, creado por Poe? Si la novela detectivesca que luego desarrollaría Hammett, Burnett, Jim Thompson, James M. Cain u Horace McCoy y demás, se funda en la intriga, la novela negra que nace como un subgénero de aquél subgénero, fundamentará su interés en otros aspectos. Se hace callejera. Se interesa por los aspectos sociales más depravados y antes nunca tratados. La cara oculta del asfalto. Con interés por lo social marginal. La denuncia social, institucional, la moralidad de una sociedad en decadencia, los distintos psicologismos nacidos a raíz del interés por la criminología, serán aspectos de su caldo de cultivo. Como dijo Chandler de Hammett: "Hammett sacó el crimen del jarrón veneciano y lo tiró en medio de la calle". Esto es, lo hizo más verosímil. 


Fernando Gracia Ortuño

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viernes, 3 de mayo de 2013

Importantísimo

En literatura hay una cosa que se llama realismo. Si los personajes, por el motivo que sea son deslenguados y muy malhablados, la culpa no es del escritor. El autor tiene unos personajes, a los que contrata como si fueran actores un director, y luego, como cada uno tiene su forma de hablar, los deja que ejecuten su papel característico en el escenario de los distintos capítulos de la novela.

Además, hay que aclarar otra cosa, sumamente importante. Aquí el protagonista, un joven muy cabreado por cierto con el sistema y con los artífices de la crisis en general, -que él achaca a la simple e inherente estupidez humana-, empezando por su propio puesto de trabajo, no es que hable así, pues en su casa y fuera del trabajo se transforma en un angelito. 

Fuera es un joven normal, con estudios y formación. Es dentro del ambiente tan sumamente opresivo de la novela donde cambia y se transforma en un suelta tacos e insultos, pues en un ambiente tan asfixiante, donde se está jugando la vida a cada jugada del cruel hado, o destino, ¿quién no se volvería distinto a lo que es en la realidad?

Cosa bien distinta sería que el autor, por el motivo que fuera, estuviera inclinado a usar ese vocabulario tan soez. ¡Para nada!

El autor se vio obligado, pues, prácticamente forzado, a hacer hablar a los personajes del modo que les era característico a cada uno de ellos, porque en caso contrario, siendo como eran, se le hubieran rebelado. Se estaban rebelando ya cuando les quiso hacer leer el guión de sus actos y pensamientos y casi se le echan encima y le pegan una paliza. Osea que imagínense el percal...

¡Como para no hacer hablar a estos personajes de novela negra del modo cómo ellos de su natural querían ser expresados!


Fernando Gracia Ortuño

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miércoles, 1 de mayo de 2013

El protagonista recitando

Para escribir la novela, muchas veces me levantaba a las cuatro de la mañana, antes de ir a trabajar. A veces Curro, el protagonista, se presentaba siempre un poco tarde. La verdad, me parecía que era un poco caradura, el gachón... Pero  a él, en esas ocasiones, le daba por recitar poesía espontánea, como lo llamaba él, al modo de los ingeniosos gauchos. Tiene una habilidad especial. Un día, tal vez para apaciguar mi malhumor, se presentó en los platós de escritura recitando del siguiente modo, seguramente para soslayar la inevitable regañina:

Tengo para mí, amigos poetas
que sois todos sin duda buenos atletas.

No de músculo entrenado
sino de seso fino y ordenado.

Todo el que escribe es para mí poeta...

Me gustaría con este escritorio
que nos brinda la novela

Hacer frente a los malos
sin llevarme una rabieta

Más será sin duda imposible
siendo cómo son los demás personajes

Hay uno que es más malo:
parece el mismo demonio

Y me gustaría darle escarmiento
aunque fuera por el forro

No teman los lectores
que sea novela ruda o vulgar

Que en ella encontrarán aventuras
y periplos por el ancho mal.

Se trata en efecto de luchar
contra esta colla canalla

Que unos llaman sinvergüenzas
y otros simplementes calaña.

Sin más me despido que he entrar a trabajar
pórtense bien y compren este libro sin dudar...


Fernando Gracia Ortuño

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lunes, 15 de abril de 2013

¿No hay esperanza en la novela?

Unas risotadas que se pierden entre los pasillos. De escucharlas en un callejón oscuro le quitarían el estreñimiento a cualquiera. 

Pero en ése lugar maldito son lo habitual. No dejes de leer "Un detective en la cocina", para saber más, por si las moscas, si al final hay esperanza, o bien si ganan los bellacos de siempre, los canallas del hampa, esa mugre moral que los cubre se te quedará pegada en la memoria para siempre, pero mientras lees olvidas tu realidad, y tal vez hasta te parezca más llevadera.


Fernando Gracia Ortuño

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martes, 9 de abril de 2013

La dedicatoria

Alguno que otro se preguntará pasmado por qué le dediqué la novela "Un detective en la cocina" a los jóvenes que están siendo forzados a emigrar fuera de las fronteras a raíz de esta crisis. No es por afán de notoriedad, es por justicia. El protagonista es joven, sin futuro ni perspectiva alguna de trabajo en décadas, acaba de encotrar uno, precario, eventual, de mierda, y sin embargo intuye que tendrá, tarde o temprano, que acometer la penosa e impensable Odisea del éxodo. Nadie sabe lo que es hasta que le toca. 

Para mí no hay peor cosa para un joven que tener que desenraizarse a la fuerza de sus orígenes, familia y amigos, a la fuerza y con condiciones impuestas por una economía financiera que estamos pagando los más débiles y los pobres, economía en manos de unos pocos, todos lo sabemos, o Pluto Economía, dentro de una constelación de medidas paliadoras pseudo democráticas, falaces, y donde son cada vez más constreñidoras las condiciones de vida para casi todos. O por lo menos lo serán en breve.

Como bien dice Pérez Reverte, la clase media desaparece. Esto es un hecho. Vivimos ya en una sociedad de integrados y excluídos, como apunta también el gran Saccomanno.

A los jóvenes, pues, les dedico esta novela, que son el futuro de este país, lo quieran o no, lo acepten o no las macroeconomías de mercado financiero o Plutocracias de unos pocos, que dirigen la vida y muerte de cientos de miles de millones.



Fernando Gracia Ortuño

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Realismo sórdido

No se puede decir que el realismo de la novela "Un detective en la cocina" sea un realismo sucio al modo de Carver: Para nada. Ni siquiera más sucio y menos elegante, pero más genial, según mi opinión, de Bukowsky, o Kennedy Toole. 

Se trata sobre todo de un nuevo realismo sucio, un Realismo, digamos, Sórdido, podrido. Sus manantiales beben de Freud directamente, lo confieso, y son tan dispares como únicos, pero jamás se podría tratar de una novela psicológica negra al estilo de Sábato, ni tampoco cual una pseudo crónica reportaje al estilo de Capote. Imposible. 

Aunque sus fuentes literarias picotean en surtideros tan variados como Daniel Mújica, Vian, Camús y/o sobre todo Welsh, o el mismísimo e inmenso Onetti, gran realista sórdido y podrido, aunque elegante, al que sólo le reprocho no haber cultivado el género negro -para matar a alguno de sus mezquinos y eternos personajes-, este realismo sórdido, como digo, por ser una corriente innovadora y actual, que se nutre de la multiplicidad de vertientes literarias fundadamente ancladas en la realidad, ésta realidad social histórica que estamos viviendo, y no haber sido descrita jamás antes, constituye por supuesto una novedad. Y nada de lo que antes se hubiera podido escribir se le asemeja. 

Primero porque no pudo existir jamás un período histórico semejante. Y segundo porque el nuevo y recién creado Realismo sórdido representa una época también muy particular y única, sociológicamente peculiar, en un momento histórico determinante de los factores psicológicos y sociales que podrían poner en peligro no sólo a la humanidad, sino al espíritu mismo. Que se perdería en la nada del cosmos merced a la innata necedad humana autoextinguidora y atómica.

Así pues, y volviendo al tema de Freud, este carácter anal de la especie, a fin de cuentas autodestructiva y mentecata en grado sumo y por esencia, que estipula que unos pocos determinen la ruina, la miseria, el hambre y la muerte de unos cuantos cientos de millones de seres, sería también el tema central de la novela. ¡Claro que tiene relación con la novela! Estamos hablando del mal, de la maldad innata de la especie, que no mata ni destruye sino por estupidez, indiferencia y placer, a sus semejantes. Sí, así es como los trata, y prueba de ello lo tenemos cada día en los telediarios. 

La necedad, el mal incrustado en contra del prójimo, a quien no sólo vilipendia y agrede, lastima y humilla de mil formas distintas, sino que, lo que es peor, si pudiera extinguiría, claro que sí, como nos lo ha demostrado una y otra vez la historia con miles y miles de ejemplos.

Así pues, lean la novela, realismo sucio, novela negra, "Un detective en la cocina". A lo mejor no es que seremos más sabios, pero nos conoceremos mejor, como diría también Freud.


Fernando Gracia Ortuño

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domingo, 7 de abril de 2013

La portada

Por mucho que se empeñara, nadie podría reproducir del mismo modo una imagen de lo ruinoso en medio de tanta cochambre. Tal cual parece, como el símbolo de la decadencia carbonizada por la mugre de siglos, es esa suciedad incrustada más deprimente, si cabe, que el mismo desastre en ruinas de una visión que se contempla con insana curiosidad no exenta de morbo. 

Este ambiente sobrecargado de sordidez, el de esta cocina destartalada por el incendio, sólo ha podido reproducirse por el objetivo de esta imagen compuesta y retocada que me cedió María Tortosa y su equipo para la novela. Ahora que han pasado unos meses desde entonces, me confirmo en la idea y me digo de nuevo que nunca una imagen podría mejor representar a esta novela.

Al principio pensé vanamente en poner otra, pero la imagen para la portada que me habían cedido refleja muy bien el interior del libro, esa decadencia le corresponde perfectamente, y lo carbonizado de un sistema arcaico, anquilosado y caduco, incapaz de adaptarse a los tiempos modernos en el país, también... Cansinamente anclado en un pasado ya totalmente sin sentido en la Europa moderna, la novela lo refleja sin piedad, de acuerdo, pero con mero y descriptivo realismo. Perdido y a la deriva este realismo reflejo de una realidad, inmerso en una tradición que ya no lo representa, la fotografía de esta composición podría muy bien reflejar toda una época, si se extrapolara a otros ámbitos de la sociedad.



Fernando Gracia Ortuño

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sábado, 30 de marzo de 2013

Acerca de "Un detective en la cocina"

Estoy convencido que el lector, cuando conozca las expresiones y los hechos inauditos de algunos de los personajes de esta novela, se preguntará de qué maldita guarida han podido jamás salir semejantes esperpentos, tan demoníacos y maquiavélicos como el mismo infierno personificado. Incluso acudirán a su mente las palabras más bochornosas e inhumanas, como si tales esperpentos no hubieran podido nunca ser retratados y le recordaran la misma cueva del infierno de Dante, atestada de engendros malignos y abrumada por los alaridos más espantosos e inhumanos. Sin embargo los esperpentos más degenerados de Valle Inclán poco tienen que ver con estos especímenes infectos en grado sumo, cual purulencias vivas del signo más infame, vacilando siempre entre los pícaros redomados del hampa, y los alevosos criminales de la peor estofa de todas las épocas.

Pronto comprobará que al leer la sensación de huída se apoderará de él subrepticiamente, y un terror frío le acometerá poco a poco hasta el punto de no saber se continuar o cambiar durante unos instantes de lugar y actividad. Al cabo de unos instantes sin embargo, si el estrés y la ansiedad desatada se lo permiten, se lo repensará, y entonces la eterna lucha entre el bien y el mal, el continuo embate entre lo noble y lo ruin, lo sincero y lo diabólico, le instarán de nuevo a continuar, y pese a la sordidez de las escenas y lugares, la malignidad de los abyectos canallas, y su eterna y tenaz contrapartida, esa réplica siempre presente a pesar del inconfundible hedor a corrupción en el ambiente, entonces, digo, a pesar de todo eso, un poco a regañadientes, continuará leyendo la novela hasta el final, sin que le moleste ya en lo más mínimo la terrible explosión catársica nunca vista ni oída que acudirá sin defecto a su encuentro.



Fernando Gracia Ortuño

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martes, 26 de marzo de 2013

Inminente

Unos corruptos bribones cada vez más depravados, sinvergüenzas y descarados. Un ambiente siniestro y tenebroso, un joven que lucha en solitario contra lo establecido en ése antro asfixiante y sin ley... He ahí el conflicto y motor de la novela, he ahí el retrato y metáfora de otras muchas  cosas en  "Un detective en la cocina", de publicación inminente.

Fernando Gracia Ortuño

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viernes, 22 de marzo de 2013

Para nada una comedia negra

A pesar de todos los exabruptos, incongruencias y descabelladas insensateces que está soltando Curro, el protagonista, él era el único que reunía el perfil que buscábamos para la novela. Ahora pretende hacernos creer que se trata de una comedia negra, con sus patochadas, sus berrinches y sus inútiles pataleos ante el público presente. Pero los cierto es que tuvimos que elegir entre más de un millón de personajes candidatos en un cásting agotador por los distintos barrios marginales de la ciudad. 

Desde la Barceloneta, hasta lo alto del Carmelo, desde un barrio tan bonito como La Mina o el Barrio Chino, hasta las barriadas más desfavorecidas de Can Tunis, Roquetas, la Vía Julia o Verdún, tuvimos que esforzarnos mucho y soportar las duras condiciones del rodaje hasta que dimos por fin con el personaje que estábamos buscando, de pura casualidad, justo cuando se estaba liando a tortazos con otros candidatos que pretendían colarse ante sus propias narices en los ensayos...

Un tipo duro, pensé, que no se calla ni bajo el agua, aunque le estén pegando doce tiparracos de la peor calaña, y no hace la pelota ni sigue la corriente con tal de sacar tajada: Es lo que necesitábamos en esta cruenta y dura novela, que no se parece en nada a ninguna otra que se haya escrito jamás, a pesar de reunir un transfondo, eso sí, como las de Hammett, de violencia total y definitiva.


Fernando Gracia Ortuño

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jueves, 21 de marzo de 2013

El protagonista al habla

Recuerdo que mientras se estaba escribiendo la novela, pillé un gripazo impresionante. Sabía que tenía que acudir a los platós cada mañana sin apenas fuerzas para caminar, mientras el caradura del escritor me miraba con cara de escepticismo, pero me daba igual, la salud es lo primero. Además, él tenía la sartén por el mango, ya se sabe, y a lo mejor en una de esas me relegaba a la primera de cambio y ponía a otro protagonista. 

Así que no tuve más remedio que combatir con todas mis fuerzas esa gripe. Me fui arrastrando por farmacias y médicos hasta que di con un jarabe. Pero era más caro que una noche en el hotel Rits. Así que cuando se acabó el dinero y tuve que pedir el préstamo al banco para otro jarabe, éste se negó porque estaba en números rojos. Tuve que suplicar al caradura del escritor unos días, pero no me creía, el bribón, pero estaba baldado, muy baldado. 

Intenté entonces, en un último intento por sobrevivir, aferrándome con todas mis fuerzas a la vida de protagonista de "Un detective en la cocina", salir al paso y superar todo aquello, y le pedí a la médica que me recetara, -sí, lo confieso, supliqué, lloré, me zarandeé, con todo lo duro que estaba siendo mi personaje en la representación de la novela-, y le imploré a la médica de cabecera que me recetara el dichoso jarabe contra la tos, si no mi futuro profesional de personaje se verían claramente afectados irremisble e irreversiblemente. 

Pero la médica se negó a recetarme el jarabe. Por los recortes. Y el escritor achuchándome para que volviera a los platós a ser escrito por él, a representar mi papel. Fue entonces cuando pensé en vender el coche. Ahora ya tengo el jarabe en mi poder, estoy mejor, un poco mejor.

A lo mejor me equivoqué de profesión, y en lugar de personaje tendría que haber estudiado para farmacéutico...


Fernaando Gracia Ortuño

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viernes, 15 de marzo de 2013

Vamos a aclarar una cosa...

Es un hecho en literatura de novela negra que los protagonistas sean personajes si no reales, cuando menos verosímiles. No se trata de crear un modelo de perfección ideal de protagonista, un cliché compendio de todas las virtudes, ni que el protagonista esté absolutamente exento de los avatares de la vida, con sus vulgaridades y sus picardías, sus miserias y sus canalladas, ni que la maldad intrínseca en el ambiente general de una novela no le afecte lo más mínimo al personaje protagonista. 

Claro que si, por ejemplo, el joven de color de una novela del género negro titulada "Escupiré sobre vuestra tumba", de Boris Vian, hubiera sido un joven apuesto y formal detective en busca de los malos, él mismo, al ser un chico negro perfecto y formal en busca de justicia, jamás hubiera podido describir el sórdido ambiente de la novela, ni mucho menos el racismo en la Francia de la posguerra. Sería imposible, y el resultado sería un bodrio moralista, blandengue e insoportable. En cambio, escriendo "Escupiré sobre vuestra tumba" logra lo inaudito, pues para describir el racismo real ¿quién mejor que un negro víctima de ése racismo irracional y ciego, que lo ha vivido en carne propia y está sediento de venganza?

Si Boris Vian hubiera sido el protagonista de su novela, y no un supuesto negro norteamericano, personaje humano bien caracterizado, un criminal, vamos, está claro que no tendríamos una de las mejores novelas negras de todos los tiempos. Tendríamos casi un sermón desde el punto de vista de las víctimas.
Por eso tal vez se explique su censura en su momento, el que los críticos no le pudieran perdonar jamás el atrevimiento de describir una realidad posible, la del crimen de los negros desde el prisma de las víctimas, desde ése punto de vista de los negros inexistente, pero también de todas las épocas. Y por eso tal vez el libro fue condenado por ultraje a la moral, exabrupto antirracista, y la "buena sociedad francesa" nunca le perdonó en la novela que "un negro" se tomara la justicia por su mano en un país, supuestamente Norteamérica, donde por aquél entonces brillaba por su ausencia.


Fernando Gracia Ortuño

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Quién cuenta las cosas aquí

Yo soy el protagonista. El autor se cree que soy invención suya y que tengo determinadas características físicas y mentales. Sólo soy el narrador, el que cuenta la historia desde mi punto de vista, yo soy quién cuenta la historia desde mi única óptica. El se cree que no soy del todo bueno, ni tampoco tan detestable como alguno de los otros personajes. Pero si esto fuera así, yo, Curro, sólo sería un producto de su imaginación, y no podría razonar ni tomar decisiones por mí mismo, ni tener libre albedrío. Por tanto, aunque el escritor, el autor, se disfrace, o mejor, diga que se disfraza en sus personajes para dar esa visión concreta y peculiar del mundo, del ambiente en la cocina, yo estoy convencido que él no es ningún dios. No señor, quién se ha creído que es, creerse que puede crearnos a los personajes desde la plastilina de la imaginación, como haría un niño con el barro de jugar.

El pretende escribirnos, dice. En realidad es él el que se escribe y disfraza. Si no, yo no hubiera sido tan imprudente y pasional en la novela. Está claro que soy joven e imprudente por naturaleza, pero no actué así por mi propia voluntad, en realidad había un guión señores, sí, un guión, y porque no quise saltarme las normas, luego la novela cursó sus vericuetos particulares..

Sí, he salido un poco distorsionado en esta novela, negra, espero que en los próximos papeles no me tome el pelo el escritor guionista. Los personajes deberíamos crear una especie de plataforma creativa en que también nosotros pudiéramos opinar. De momento los autores, los denominados pomposamente escritores nos dirigen y plasman a su antojo, pero tiempo al tiempo... No, no estoy nada contento con el papel de medio malo y medio bribón que me ha tocado esta vez a manos de este escritorzucho...


Fernando Gracia Ortuño

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jueves, 14 de marzo de 2013

El autor

Yo pensaba que éste era un blog donde se trataban aspectos de la novela ante su inminente publicación, y lugar donde los personajes y el autor debaten y se preguntan acerca de los motivos y razones de la misma, las anécdotas durante la fase de escritura y prefiguración de los personajes y el escenario, el contexto imaginario verosímil, los móviles y pulsiones de los protagonistas, el escenario social y político, la interrelación de la acción en una trama negra de suspense y sus connotaciones dentro del marco de la crísis socio económica actual, en un país en apoteósica zozobra a todas luces satirizable...

Pero no, por lo visto alguno de los personajes me ha tomado la delantera y está despotricando a mansalva.

Tendré que establecer las diferenciaciones básicas entre autor, narrador y personaje, personaje narrador, narrador en primera persona, autor, narrador omnisciente, creador y autor...

Bueno es un lío de mucho cuidado, así que me tomaré unos días para aclarar un poco las ideas.


Fernando Gracia Ortuño

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martes, 12 de marzo de 2013

Mini sinopsis

Todos tenemos un dia malo en que cualquier cosa podría ocurrir. Curro, que es un cocinero que hace poco trabaja de eventual en un hospital destartalado, es un ejemplo de lo que le podría pasar a cualquiera de encontrarse con un ambiente tan hostil y misterioso como el que se describe en esta intensa y descarnada novela negra. Con una cronología horaria desde el mismo momento en que entra a trabajar, el protagonista nos irá describiendo el mundo de sus averiguaciones a tiempo real, mientras que, por otro lado, sus horas allí se irán complicando cada vez más hasta el fatal desenlace.

Fernando Gracia Ortuño

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miércoles, 6 de marzo de 2013

Habla otra vez el protagonista, di motu propio

Entrar a trabajar en un antro así. Habría de haber sido como ellos para no desentonar a las claras, hubiera tenido que haber nacido otro, no haber sido nunca como soy. Pero esto nadie lo comprende si no ha pasado por ello, si no nació yo y no vivió lo mismo. Por eso me daba igual el conflicto, no tenía nada que perder allí. Por eso no me extrañaba nada de lo que pudiera pasar allí, en ese antro de bribones...


Fernando Gracia Ortuño

Eso no pasa en la realidad

¿Habéis visto, en la peli "El puente sobre el río Kwai", cuando nada más comenzar a desfilar una compañía cautiva del ejército inglés, ante los altos mandos japoneses, todos se ponen a silbar ese estúpido estribillo monótono hasta la saciedad?

Pues esas cosas no pasan en la realidad. Si en cualquier trabajo por silbar ya te meten una bronca de órdago, imaginaos lo que harían por ejemplo en este caso los japoneses con sus ametralladoras al tener que soportar tantos cientos de hombres silbando de la manera más estúpida y cansina como lo hacen esos prisioneros en la peli esa...


Fernando Gracia Ortuño

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El secreto de una buena novela negra

La intensidad del suspense, en una buena novela negra, debe ir in crescendo ya desde las primeras páginas, como diría mi amigo Sergio Monguiló, ha de mostrarse el conflicto esencial en ella en poco tiempo, y se percibirá entonces esa tensión, el hecho de que allí, de un momento a otro va a pasar algo, y que eso que va a pasar no es precisamente bucólico ni maravilloso. Bueno, tal vez para el lector no sea precisamente así, pero no para los personajes y sobre todo para el protagonista.


Fernando Gracia Ortuño

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martes, 5 de marzo de 2013

¿Qué tiene la novela negra que tanto atrae?

Es algo que nos remite instantáneamente al inconsciente, al bien siempre a la zaga del mal, a esa lucha contra los malvados ocuros y perversos escondidos, siempre ocultos en la tiniebla cerrada de la noche. Porque no tendría sentido un malvado tonto, que no fuera al mismo tiempo perverso, maquinador, manipulador y mentiroso, calumniador y todos los demás adjetivos detestables que ha inventado e incubado en sí la humanidad...

Por eso siempre la novela negra nos atrae, nos vislumbra por tratarse siempre un poco de esos quijotes de detectives o protagonistas desprevenidos siempre a la zaga, siempre en constante lucha contra el lado oscuro, contra la nada y la muerte. La maldad y la locura que han de ser necesariamente desenmascaradas, siempre...


Fernando Gracia Ortuño

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domingo, 3 de marzo de 2013

Entrevista al protagonista de la novela

Señor protagonista, quisiéramos hacerle unas cuantas preguntas:
-Estupendo, dispare...
-Verá, Vd, al ser un personaje de ficción, ¿cree que el mundo real dista mucho del ficticio, el suyo, descrito estupendamente en la novela Un detective en la cocina?
-Pues verá... no puedo saber a ciencia cierta si el de Vds, los denominados "personajes reales", es un mundo muy distante al mío, mejor o peor que el ficticio donde yo habito en esta novela, pero a veces coinciden y otras no, supongo que el escritor en eso tiene mucho que ver.
-Vd, en la novela, ¿qué es?
-Soy un joven en época de crisis, que acaba de encontrar un trabajo eventual, y se encuentra con todo el tinglado montado de lo establecido en aquél lugar, muy difícil de transformar, y también de asumir, claro...
-Pero ¿qué pasa en la novela para que pueda hacer esa afirmación? El mundo siempre ha sido un lugar...
-Uy, en eso no puedo ayudarle, señor entrevistador, para eso tendrá que comprarse el libro, que en breve estará en las librerías.
-Pero ¿no podría adelantarnos alguna cosa?
-Preferiría que no, si no el escritor podría aniquilarme, lo entiende, y no están los tiempos para andar jugando a los héroes.
-¡Pero si Vd es un personaje!
-Ya me gustaría a mí verlo en mi lugar, personaje real de entrevistador, no se crea que ser personaje de ficción es una ganga, aunque Vd, por estar un peldaño más alto en la escala de la realidad, por tratarse de un personaje real, no se crea que las tiene todas consigo, Vd también actúa...
-¿A qué se refiere?
-Siga haciendo esas preguntas, y lo podrá comprobar, señor entrevistador personaje real
-Estoy deseando tener la novela entre las manos...
-Eso es lo que debería pensar ahora, joder...
-¿En la novela es tan mal hablado?
-¡Esto no es nada! Pero ya veo que estoy ante otro tiquismiquis... 
-Sí, a mi las palabrotas no me hacen ninguna gracia
-Pues no se lo compre, oiga, cada uno es libre...
-¡Váyase al cuerno!
-¡Si saliera Vd, entrevistador personaje real de pacotilla, en la novela, le hubiera puesto a parir, pero ahora estoy cansado, sabe, y además mi escritor pasa de Vd, váyase a tomar viento y déjeme tranquilo
-¡Váyase a tomar,,,!
-¡Mira el tiquismiquis educado! A usted le  falta realidad, es decir, haber vivido la vida, salir de su burbuja de corrección y conocer realmente lo que es la realidad...



Fernando Gracia Ortuño

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sábado, 2 de marzo de 2013

El protagonista de "Un detective en la cocina"

Si eres un tiquismiquis, como diría el protagonista de Un detective en la cocina, cuyo nombre no voy a revelar ahora, nunca podrás leer esta novela, negra como la noche, porque habla como la gente del hampa y de la calle, te parecerá demasiado vulgar su jerga, y hasta despiadada, ofensiva. Comprate otra, de verdad te lo digo.

Pero si te gusta la novela negra de toda la vida, no lo hagas, es igual, léela, haz lo que quieras...


Fernando Gracia Ortuño