Fernando Gracia Ortuño

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sábado, 18 de mayo de 2013

Haciendo tiempo

Una madrugada, recuerdo, estábamos esperando a doña Inspiración, y el protagonista se acercó y se puso a contarme que tenía que volver a visitar a su médico, y que si no lo ponía a trabajar se iba ya mismo. Yo le conté, para hacer un poco de tiempo y entretenerlo, que la última vez que fui al doctor, había en la salita un hombre que tenía las orejas llenas de pelos. Era impresionante y no sabía si Curro se hubiera podido hacer a la idea con todos los detalles que le estaba dando.

Era muy llamativo, como digo y le dije, demasiado. Sus dos orejas parecían una mata de sendos pinceles de cerdas entrecanos que sobresalieran de aquellos agujeros como pequeñas colas de caballo extraordinarias, y que cada vez que volvía la cabeza disimuladamente para mirar me quedaba muy atónito. La television entretanto iba mostrando los distintos casos de realities shows sobre desgracias humanas que aquellas personas se tomaban con un estoicismo impresionante, en lugar de gritar como posesos y mandar a los periodistas curiosos a freír espárragos. 

El me dijo que donde hubiera una tele ya tenían a la gente hipnotizada y sedada por un tiempo de la cruda realidad. Entonces le pregunté por qué tenía que ir al médico, y me contestó que por unos uñeros que le habían salido en las uñas de los pies. Entonces le conté que las uñas siguen creciendo incluso después de la vida, y lo hacen de una manera muy productiva, por lo visto, como los pelos de las orejas de aquél buen señor en la salita de espera aquél día. Que durante meses podían llegar a crecer casi un palmo, sin darnos cuenta.

Curro me dijo algo que me dejó muy pensativo hasta hoy: "Lo mejor es no arrancarlos, porque luego crecen demasiado, como los pelos de las cejas, de las narices o las orejas". Como muchas cosas, pensé yo para mí. En ese momento vi cómo un desahuciado hipotecado por la televisioncita trataba de meterle el micrófono al periodista por una de sus orejas. Todo coincide, sentencié. Y Curro se puso a trabajar justo en ése momento, después de contarle lo alucinante que llegan a ser los realities shows de hoy en día. Cosas totalmente demenciales que se ven como normales.



Fernando Gracia Ortuño

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