Fernando Gracia Ortuño

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martes, 9 de abril de 2013

Realismo sórdido

No se puede decir que el realismo de la novela "Un detective en la cocina" sea un realismo sucio al modo de Carver: Para nada. Ni siquiera más sucio y menos elegante, pero más genial, según mi opinión, de Bukowsky, o Kennedy Toole. 

Se trata sobre todo de un nuevo realismo sucio, un Realismo, digamos, Sórdido, podrido. Sus manantiales beben de Freud directamente, lo confieso, y son tan dispares como únicos, pero jamás se podría tratar de una novela psicológica negra al estilo de Sábato, ni tampoco cual una pseudo crónica reportaje al estilo de Capote. Imposible. 

Aunque sus fuentes literarias picotean en surtideros tan variados como Daniel Mújica, Vian, Camús y/o sobre todo Welsh, o el mismísimo e inmenso Onetti, gran realista sórdido y podrido, aunque elegante, al que sólo le reprocho no haber cultivado el género negro -para matar a alguno de sus mezquinos y eternos personajes-, este realismo sórdido, como digo, por ser una corriente innovadora y actual, que se nutre de la multiplicidad de vertientes literarias fundadamente ancladas en la realidad, ésta realidad social histórica que estamos viviendo, y no haber sido descrita jamás antes, constituye por supuesto una novedad. Y nada de lo que antes se hubiera podido escribir se le asemeja. 

Primero porque no pudo existir jamás un período histórico semejante. Y segundo porque el nuevo y recién creado Realismo sórdido representa una época también muy particular y única, sociológicamente peculiar, en un momento histórico determinante de los factores psicológicos y sociales que podrían poner en peligro no sólo a la humanidad, sino al espíritu mismo. Que se perdería en la nada del cosmos merced a la innata necedad humana autoextinguidora y atómica.

Así pues, y volviendo al tema de Freud, este carácter anal de la especie, a fin de cuentas autodestructiva y mentecata en grado sumo y por esencia, que estipula que unos pocos determinen la ruina, la miseria, el hambre y la muerte de unos cuantos cientos de millones de seres, sería también el tema central de la novela. ¡Claro que tiene relación con la novela! Estamos hablando del mal, de la maldad innata de la especie, que no mata ni destruye sino por estupidez, indiferencia y placer, a sus semejantes. Sí, así es como los trata, y prueba de ello lo tenemos cada día en los telediarios. 

La necedad, el mal incrustado en contra del prójimo, a quien no sólo vilipendia y agrede, lastima y humilla de mil formas distintas, sino que, lo que es peor, si pudiera extinguiría, claro que sí, como nos lo ha demostrado una y otra vez la historia con miles y miles de ejemplos.

Así pues, lean la novela, realismo sucio, novela negra, "Un detective en la cocina". A lo mejor no es que seremos más sabios, pero nos conoceremos mejor, como diría también Freud.


Fernando Gracia Ortuño

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